Nos
concentramos una vez más porque otra mujer ha sido asesinada por violencia de
género, como venimos haciendo desde hace casi siete años en este espacio en el
que, justo a nuestras espaldas, una placa simboliza el reconocimiento a la
labor realizada por la Plataforma contra la violencia machista, y que recuerda permanentemente a todas las
mujeres víctimas de la violencia de género a las que no queremos olvidar.
Larissa
Cataraga de 25 años fue asesinada en Calpe por su pareja sentimental
Guardamos
un minuto de silencio.
La
violencia de género se asienta sobre la desigualdad social y parece necesario,
una vez más, recordar lo obvio, que esta sociedad es desigual en perjuicio de
las mujeres.
No
hay ni un solo indicador que muestre algún área de la vida en la que hombres y
mujeres seamos equivalentes: ni en la distribución de poder; ni en salarios; ni
en puestos de responsabilidad; ni en disfrute del tiempo libre, del ocio; ni en
exigencias sociales respecto a la sexualidad, al cuerpo, al aspecto; a la responsabilidad
con los hijos y las hijas, con nuestras personas mayores.
Ni
en la atención médica; ni en derechos laborales; ni en el importe de las
pensiones; ni siquiera en lo que respecta a la fe y las prácticas religiosas,
dirigidas por una jerarquía exclusivamente masculina que continúa exigiendo la
sumisión femenina frente a dios y a los hombres.
La
violencia de género tiene cómplices; maltratan los maltratadores, asesinan los
asesinos, pero tolera y consiente una sociedad desigual que cierra los ojos ante
las pequeñas y las grandes discriminaciones, tolera el abuso de poder masculino
y pone trabas a las leyes y normas que pretenden, mediante reglas de acción
positiva, terminar con la injusticia.
Somos
cómplices todas y todos si hacemos como que no oímos los gritos en la casa de al lado, como que no
vemos a nuestras madres, abuelas, amigas, hermanas, compañeras de trabajo, con
la tristeza instalada en sus ojos y los ansiolíticos en el bolso.
No
nos podemos relajar frente a la violencia de género. La paz no es la ausencia
de guerra. La justicia no se puede quedar a la puerta de las casas. Tiene que
entrar en las cocinas y en los dormitorios.
Necesitamos
seguir trabajando por mujeres libres y hombres justos. Hombres a los que se les
oiga alto y claro: no en mi nombre. A los que se les oiga decir que no
necesitan privilegios ni abusos para sentirse hombres. Hombres que dejen de ser
ambivalentes y de repetir excusas absurdas. Hombres valientes y sobre todo,
justos.
Hace
ya casi siete años que la Plataforma
contra la violencia machista se
propuso gritar cada vez que una mujer fuera asesinada por violencia de género y
así viene haciéndolo lunes tras lunes en homenaje a las víctimas. No solo a las
asesinadas, también a las que, sin ser noticia en los periódicos, padecen día a
día una violencia que no se atreven a manifestar.
Hemos
querido dar la palabra a todas ellas para que a través de la Plataforma la
sociedad tome conciencia de que no se puede seguir mirando a otro lado, que los
maltratadores no pueden seguir escondiéndose entre las paredes de su casa, a
resguardo en una sociedad que acalla su conciencia con un NO ES ASUNTO MÍO, y
que es más tolerante con los maltratadores y asesinos de mujeres que con las
víctimas.
Es
tiempo de gritar, recordando a Nuria Varela, que “No es posible calificar un
Estado como democrático si buena parte de sus ciudadanas no tiene libertad, no
están protegidas eficazmente por las fuerzas de seguridad y no tienen defensa
jurídica garantizada”
Y
que: es necesario romper con las
mentiras y complicidades que sustentan la violencia de género. Ni reinas de la
casa, ni reinas del hogar, ni reinas de corazones ajenos.
En
definitiva es tiempo de gritar:
“Por
el derecho a una vida digna para todas las mujeres BASTA YA!”